El nuevo capitalismo global

El Diario Vasco/El Correo Español, 21/10/2012

 

La globalización está dificultando la tarea de gobernar los mercados, en primer lugar, porque ha creado una incongruencia fundamental entre el alcance global de las transacciones económicas y financieras por un lado y, por otro, el ámbito local de las reglas y las regulaciones, lo que expone a los estados nacionales a la incompetencia en la gestión de las crisis globales. Se ha limitado la capacidad del estado nacional mientras que no se ha transferido la capacidad necesaria a las instituciones globales. La disparidad entre los mercados globalizados y los sistemas políticos nacionales es un desafío para la economía política global. El gobierno del capitalismo será imposible mientras los instrumentos de gobernanza permanezcan reducidos a los estados nacionales, con una capacidad de supervisión fragmentada y fácilmente eludible.

 

La segunda razón es la opacidad del sistema financiero, de sus complicadas arquitecturas que escapan del control de los estados, dificultando la supervisión y la responsabilidad. Estamos inmersos en una concatenación de riesgos no transparente a través de los instrumentos de crédito y un sistema masivo de shadow banking que oculta las transacciones, protege la falta de transparencia y cubre con el velo de la ignorancia buena parte del sistema financiero operando fuera de la supervisión bancaria y la regulación nacional. Todo ello ha hecho del capitalismo global un sistema económico muy proclive a las crisis, con un nivel de inestabilidad e incertidumbre que no tiene precedente en la historia humana, extraordinariamente vulnerable al riesgo sistémico.

 

El desafío que esta doble circunstancia —desterritorialización e intransparencia— nos plantea es de gran envergadura. Tenemos que pensar una política económica articulada por un modelo de gobernanza para sistemas elevadamente complejos, con una gran densidad de interacciones y una elevada sofisticación tecnológica.

 

Tenemos que hacer frente, de entrada, a una paradoja que nos ha dejado perplejos y que explica la actual impotencia de los gobiernos. Formulada sin los matices que luego habrá que añadir: ha fracasado el mercado pero esto no se ha traducido en un fortalecimiento de los estados. ¿Cómo explicamos esta circunstancia y que consecuencias tiene para lo que debamos hacer en el futuro?

 

La crisis global ha destruido el mito de la libre autorregulación de los mercados. El mercado no puede producir sus propias precondiciones y por eso necesita el poder regulatorio de la política. Esta necesidad es más imperiosa en un momento en el que la globalización ha incrementado la inestabilidad de los mercados, especialmente la volatilidad de los mercados financieros. En este contexto, existen posibilidades y espacios para el gobierno de los mercados, aunque limitados, de manera que el sistema político pueda salvaguardar los intereses a largo plazo tanto de la sociedad como de la economía. Los mercados dependen de un marco institucional y aquí es donde la política puede actuar: facilitando y dificultando las transacciones económicas según los objetivos políticos institucionalmente diseñados.

 

Ahora bien, el colapso de los mercados no implica un retorno neokeynesiano de los estados. La crisis económica global ha pulverizado los presupuestos que creían en la estabilidad autorregulatoria de los mercados, pero tampoco ha confirmado la superioridad de la política o el estado (incapaz como ha sido de limitar el crédito, regular las innovaciones financieras, limitar la deuda pública o prevenir el sistema bancario opaco). Tampoco están los estados en una situación de fortaleza en lo relativo a las decisiones que deberían tomarse para salir de la crisis. La capacidad de gobierno de los estados está cada vez más sujeta a dependencias internacionales y constricciones globales. Han perdido buena parte de sus prerrogativas (especialmente la autoridad regulatoria), en medio de poderosos flujos y redes transnacionales. La soberanía ya no es una categoría absoluta sino un concepto que designa las capacidades de las que se dispone en un contexto de mutuas dependencias.

 

Los esfuerzos de las sociedades democráticas por controlar los mercados y las externalidades interviniendo directamente en la economía han sido de muy escasa utilidad. La lección que hemos de extraer de esta experiencia es que la gobernanza política del capitalismo es más complicada y debe ser más indirecta en orden a establecer un equilibrio entre la autonomía del sistema económico y el marco de orientación política.

 

Si algo nos ha enseñado la crisis es que ni el mercado solo ni la autoridad estatal aislada son capaces de establecer el tipo de marco regulatorio complejo necesario para hacer frente a la opacidad, volatilidad e incertidumbre que caracterizan al funcionamiento de las finanzas globales. Esto quiere decir que el gobierno de los mercados no debe ser entendido como un simple fortalecimiento de los gobiernos frente a los mercados. El sistema financiero global es demasiado importante y tiene demasiadas consecuencias como para ser abandonado en manos de organizaciones privadas, y demasiado complejo y sofisticado como para ser gestionado por las instituciones públicas. Por eso, el objetivo consiste en configurar un sistema mixto de gobernanza que incluya componentes de auto-organización y de supervisión pública. Se requiere un modo híbrido de ejercer la autoridad en aquellos casos en los que ni la autoridad pública ni la privada pueden hacer la tarea porque, básicamente, a la autoridad pública le falta saber y a la autoridad privada le falta poder.


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